sábado, noviembre 24, 2007

HERMANOS GUAYAQUILEÑOS


Cuando una madre enferma, es el momento más sublime para unirnos a su dolor, ver qué podemos hacer por ella, no queremos que agonice, no queremos que sufra. Así siento mi pena y dolor por este Guayaquil que me dio a luz, donde por primera vez vi el resplandor de sol, el azul de mi cielo y el fulgor de las estrellas.


Ciudad cálida y bonita, ciudad generosa que buena y entregada alberga a hijos propios y extraños, son a estos hijos extraños a quien llamo mis hermanos, a quien llamo a unirnos para tomados de la mano y, a una sola voz gritar al cielo: “Déjala, respétala, no la toques” y si hay un hijo ingrato que quiere mancillarla, todos sus hijos estamos prontos por amor a hacerle frente y echarlo de nuestro lado, pues no merece cobijarse con el manto que ella cubre, con ese manto azul y blanco que tanto veneramos.

Carmen de Parducci

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